De soledades y desazón


Se sentía solo. Encendió el ordenador y se conectó al messenger con la esperanza de encontrar a alguien con quien hablar. No necesitaba desahogar penas, ni hacerle confidencias a nadie, no necesitaba hombro sobre el que llorar, sólo charlar, un interlocutor que leyera y del que leer cuanto tuviera a bien teclear. Nadie de entre sus contactos estaba al otro lado.
Con una extraña desazón, fue a la cocina y sacó de la cerveza un botellín casi helado; se dirigió de nuevo a su estudio y volvió a sentarse frente al ordenador. Nada había cambiado en ese par de minutos. Revisaría el correo, tal vez tuviera algún mensaje que responder. Escribió su contraseña y comprobó que todo era antiguo, no había entrado nada aquel día. Empezaba a sentirse un poco agobiado. De pronto recordó algo que le había dicho un compañero de trabajo unos días atrás referente a la existencia de algo llamado blogs, un espacio en la red donde uno podía escribir todo aquello que se le ocurriera. Pensó que quizá fuera interesante o cuanto menos entretenido curiosear en algunos, pero no tenía idea de por dónde empezar. Fue a la barra del buscador, tecleó la palabra "blogs", pinchó en el primer resultado, "Crea tu propio blog". Decidió probar, tenía ciertos conocimientos de informática, aquello no podía ser muy difícil. Eligió una plantilla, buscó la manera de empezar a escribir y al fin se encontró ante un recuadro que con su impoluta blancura le invitaba a ello. Se quedó allí, mirando la pantalla y bebiendo cerveza durante unos minutos en los que su mente parecía vacía de cualquier pensamiento coherente. Dio el último sorbo al botellín y al mismo tiempo que éste se vaciaba se llenó de repente su cabeza con una frase que fue el comienzo:

"Se sentía solo. Encendió el ordenador...."

© Raquel Méndez Primo, 2007

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